sábado, 23 de abril de 2011

Tradición de Semana Santa

Una de las tradiciones familiares que recuerdo de niño era acompañar a mi padre a visitar a mi abuelita Aurora para Semana Santa a Nueva Imperial. El viaje se planificaba por lo menos una semana antes, y salíamos de mi casa en Lanco el jueves en la tarde, trasladándonos en nuestro furgón Suzuki durando por cerca de dos horas. Como era costumbre, nos deteníamos brevemente entre La Paz y Loncoche, yo bajaba la ventanilla para comprar unos lindos arreglos florales hechos con copihues, pues la primera parada al llegar a destino, antes incluso de saludar a nadie, era pasar al cementerio a recordar al abuelito Tolentino que había partido en ese entonces hace algunos años.

La Semana Santa en ese entonces se celebraba de una manera distinta, al menos en mi familia paterna. De creencias muy católicas, tanto mi abuelita como mis tíos y primos no solo no comían carne sino que se tenia la costumbre de no meter mucho ruido. No se podía oír música fuerte ni alegre, ni correr por la enorme y oscura casa ni jugar ni reírse mucho, algo difícil pues lo único que yo quería era jugar con mis primos. Y la verdad sea dicha, jugábamos igual, pero en el patio y mas lejitos, donde los grandes no nos vieran.

Los medios de ese entonces se sumaban a la celebración con una transmisión especial de misas y películas religiosas desde el entonces nuevo Jesús de Nazareth, Ben Hur y El Manto Sagrado hasta otras mas divertidas como Las Diablillas del Convento. Y por supuesto, nada de monitos, todo en un ambiente de solemnidad que finalizaba el Domingo.

Hoy los años han pasado, los niños crecieron, y los grandes simplemente crecieron mas, e incluso partieron. Las nuevas familias y sus integrantes trasladaron la sede de sus celebraciones a casa de mi madre. Hoy hay mas risas y carreras infantiles declaradas, hay cable, internet, notebooks y facebook, y también hay huevitos de chocolate. Y lo mejor es que aun quedan niños y niñas que los coman.

Ahora el viaje se hace desde Temuco a Lanco y voy manejando yo, mientras que es mi esposa la que baja la ventanilla del auto, entre Loncoche y La Paz, para comprar el arreglo de copihues, pues la primera parada sigue siendo al cementerio, esta vez a recordar a mi padre. Porque hay tradiciones que nunca cambian.